Nuestras constituciones nos orientan
«El carisma, el fin y la misión de la Congregación han de inspirar todas las etapas de formación. Toda la formación conduce a la configuración con Cristo Redentor, a través de procesos de fe y de vocación. Su finalidad es formar personas capaces de consagrar a Dios consciente y libremente toda su vida, desde la comunidad, al servicio de la Iglesia y de la humanidad, en una entrega total y desinteresada. Una adecuada formación nos ayuda a integrar la espiritualidad propia y el carisma, confiriendo a las hermanas, desde el principio, un sentido de identidad y pertenencia a la Congregación». (Const. 92)
«La dimensión fuertemente eclesial de la vida religiosa exige que la formación, en todos sus aspectos, se realice en profunda comunión con la Iglesia universal. De esta manera, cada hermana mercedaria podrá vivir su vocación, de modo concreto y eficaz, en la Iglesia local y para la Iglesia local, a la que es enviada según la misión del Instituto». (Const. 93)
«De una adecuada formación depende la continua renovación de la Congregación. Esta viene detallada en el Plan General de Formación. La aprobación definitiva de dicho Plan corresponde al Gobierno General y el impulso para hacerlo vida, a los gobiernos en todos sus niveles». (Const. 94)
«Todas tenemos nuestra parte de responsabilidad en la formación, cada una según sus propias funciones. En una comunidad que vive la caridad y la comunión, las jóvenes aprenden por experiencia el valor de la vida fraterna como ámbito de crecimiento y de fidelidad en la vocación. Toda comunidad es en sí misma formadora». (Const. 95)
La Congregación opta por la formación integral en todos los niveles, como camino que nutre la fe, la vocación de las hermanas y el proyecto histórico compartido.

Objetivos fundamentales
"Siguiendo a Cristo: Dimensiones de Nuestra Formación"
“Cada hermana asumirá el modelo formativo con responsabilidad personal, con apertura al Espíritu y acogiendo con fe y gozo lo que la Iglesia y la Congregación nos ofrece. “ (Directorio 118)
Tendremos una buena calidad de vida humana, religiosa y apostólica en la medida en que nuestra formación actualice, día a día, los valores evangélicos y carismáticos que nos guían. Estos nos ayudan a comprometernos cada vez más con el seguimiento de Jesús, con la causa del Reino de Dios y con el servicio a los que más sufren.
Por eso, las responsables de la formación, en todos los niveles, deben cuidar especialmente esta dimensión de la Congregación. Debe ser exigente y ocupar un lugar principal en toda la programación del Instituto.
Consideramos la formación inicial, en el ámbito de una formación permanente comprometida, porque la vocación es llamada, pero, también, ¡contagio! El modelo formativo es el que emerge del himno de la carta a los Filipenses 2,5 y ss.: modelo de la integración, con estas características:
- Multidimensional
- Sistemático
- Procesual
- Complejo
- Personalizado
- Comunitario
- Encarnado
Las formandas son las primeras agentes de su propia formación. Mostrarán disponibilidad y docilidad para iniciar y seguir los procesos, acompañadas por sus respectivas formadoras. Los procesos serán personalizados.
Formación inicial
Aspirantado
Esta etapa consiste en un acompañamiento sistemático de la joven que se siente llamada a la vocación mercedaria. Puede realizarse en un aspirantado interno o externo.
Postulantado
Es la etapa previa de preparación al noviciado. La postulante, orientada por sus formadoras, inicia su proceso de discernimiento de la vocación recibida y de adaptación al estilo de vida y misión del Instituto.
Noviciado
Etapa fundamental de la formación inicial, donde la joven adquiere mayor conciencia de su llamada y se inicia en la vida religiosa mercedaria. Busca una creciente identificación con las actitudes y sentimientos de Jesucristo Redentor.
Juniorado
Etapa de profundización y consolidación de la joven en la vocación y misión en el Instituto. Se centra en fortalecer la fe de la persona ya comprometida en la vida consagrada, orientándola hacia una opción definitiva.
Formación permanente
La formación permanente en la vida religiosa tiende a la configuración con Jesucristo Redentor. Es un proceso continuo de renovación que abarca todas las dimensiones de la persona a lo largo de su vida. Abarca también todas las dimensiones de la comunidad y de la misión. Comporta un compromiso personal y comunitario. (Const. 116)
Cada hermana ha de esforzarse en descubrir la necesidad de su propia formación y ser responsable de la misma. Las comunidades tienen una responsabilidad primordial: forman y se forman a partir de la vida, en contacto con la realidad, en la oración, la lectura espiritual, el diálogo y la revisión de vida, que supone el discernimiento espiritual. (Const. 117)